No pongan en mis manos sangre
No rasguen la tersura del abrazo
No alienten al miedo
No nos vistan de enemigos
No alimenten con sal nuestras heridas.
El cielo se ahoga con vapores de muerte.
La indiferencia agrieta la tierra a su paso.
Será la serpiente tragando su cola,
Será el derrumbe del antes coloso
que ahora agoniza
y desparrama con coletazos su impotencia y su rabia.
A quien se encuentre cerca le pido
que arranque la venda de mis ojos.
Gritos, llantos e insultos
arremeten en mi conciencia.
Un lazo de odio se acomoda
alrededor de mi cuello.
Lo siento en cada esfuerzo por inhalar.
Voy sin fuerzas.
Aún así, prefiero ver.
Busco en tu mirada una oportunidad.